FLIS® Motherland 15-2024 - Revista - Página 174
Y os preguntaréis, ¿Señor Bravo, por qué nos cuentas
todo esto? ¿Qué tiene que ver la teoría evolutiva
con quién paga una cena? No tengáis prisa, ahora lo
entenderéis perfectamente. Un hombre que ha sido
educado como un caballero tiene que aprender a
aplicar su código de comportamiento respecto a las
damas, detectando aquellas que son merecedoras de
sus atenciones o aquellas que intentan aprovecharse
de su generosidad utilizando esos “encantos
femeninos” que comenzaron a descubrir a partir de los
11 años y que en la adolescencia ya manejaban con su
máximo potencial.
De pagafantas a Sugar Daddy.
Incluso en los 90, en nuestra querida ciudad de
Madrid, se acuñó el término jocoso y despectivo
de “pagafantas”, describiendo al hombre que, con
intención de ligar, invitaba a las féminas a comer y
beber esperando de esta manera alguna retribución
improbable, siendo víctima de aquellas mujeres que
se aprovechaban y burlaban de él con la intención de
alargar las noches a coste económico mínimo. Estoy
seguro de que muchos de estos pagafantas de los 90
ahora se han convertido en los nuevos sugar daddy de
mayor o menor nivel, según su poder adquisitivo, que
rondan las redes sociales en busca de mujeres con
di昀椀cultades económicas, en casos madres solteras,
jóvenes inmigrantes que buscan desesperadamente
salir adelante, aunque sea aguantando a un pagafantas
poco agraciado pero económicamente más estable,
con poco sugar y mucho daddy. Como decía mi abuela,
“siempre hay un roto para un descosido”, pero en este
caso, siempre hay un sinvergüenza para una mujer
en apuros. Y digo sinvergüenza y no hombre porque
la categoría de hombre uno debe ganársela, al igual
que la de caballero. El antiguo juego de quién se está
aprovechando realmente de quién.
Cuando Baby me enseñó una lección.
Cuando tenía 20 o 30 años, socialmente hablando, era
habitual que los hombres invitáramos a las mujeres a
cenar, luego al cine y, a lo mejor, incluso posteriormente
a tomar una copa. Esto era una noche normal de cortejo
o de relación amorosa.
Cumpliendo los 40, poco a poco esto empezó a
cambiar. Todavía recuerdo la primera vez que una
mujer me invitó a cenar en contra de mi voluntad.
Sinceramente, fue una sensación agridulce; por un
lado, admiré su determinación y por otro, fue un golpe
a mi ego e inteligencia porque, con la excusa de ir al
baño, aprovechó y pagó la cuenta, intuyendo que
muy posiblemente me negaría en rotundo. Un truco
que aprendí y apliqué posteriormente en multitud de
ocasiones.
Su nombre era Baby, una diseñadora grá昀椀ca senior
de una importante agencia de publicidad de la calle
Serrano, de unos 32 años, 8 años más joven que yo.
Padres liberales, pecho operado, curvas trabajadas en
gimnasio, elegante y segura de sí misma, una autoestima
muy alta sin ser altiva, pero emocionalmente inestable,
hecha polvo de su relación anterior, de la cual dudaba
si hizo bien rompiéndola o no. Era fascinante ver en
aquella mujer tan joven esas bellas contradicciones
que se mezclaban de una forma armoniosa. Mujeres
fuertes y seguras de su identidad y de su cuerpo, pero
con las emociones de una adolescente de 13 años.
Escribiendo este artículo, me pregunto cómo le habrán
sentado a Baby estos 7 años de madurez. En mi mente
se abren varias opciones; en otra ocasión os las cuento.
Tipos de mujeres a la hora de pagar una cena.
Por mi forma de ser, no puedo evitar categorizarlo todo;
es un aspecto de mi personalidad al que con el tiempo
he ido añadiendo 昀氀exibilidad y detalle.
Con el tiempo y las experiencias, mentalmente he
creado mi propia lista de tipos de mujeres que te
puedes encontrar a la hora de pagar una cena. ¿Queréis
conocerla? Os las describo:
La mujer tradicional: Ha sido educada al modo
tradicional como lo fueron mis padres. Por supuesto,
ella espera que pagues tú la cena y lo vería ofensivo
que no lo hicieras. Posiblemente en los últimos años
se haya encontrado con hombres poco perspicaces
que le hayan ofrecido pagar a medias; por supuesto,
esa propuesta fue el 昀椀n de una fugaz relación. Adoro
a estas mujeres que se dejan cuidar y que valoran los
gestos de caballerosidad.